martes, 22 de enero de 2013

"VIVIR EN EL GUADIATO"

Comenzamos el 2º trimestre con buenas y alagadoras noticias:

 ALAR, EL CAZADOR es el título del relato corto premiado en el Certamen Literario "Vivir en el Guadiato" cuyo autor es JUAN GABRIEL LOZANO RUIZ, alumno de 6º E. Primaria.

Trasladados en el tiempo, los tres amigos probarán su valentía y adiestramiento en la caza de animales, dándoles la oportunidad de formar parte del grupo de adultos. 
Un relato que nos descubre el encanto de nuestro paisaje, la diversidad en la fauna del entorno y el misterio del Peñón....

Enhorabuena Juan Gabriel, Todo esfuerzo, siempre es recompensado. Ánimo y ¿podríamos esperar una segunda entrega? 
Esperamos que todos los compañeros disfruten leyendo tu relato.


ALAR EL CAZADOR


Como todos los días, el canto de los pájaros y las primeras luces de la mañana que llegaban al Valle del Guadiato despertaron a Alar. Sin hacer ruido salió de la choza donde aún descansaba su familia. Miró hacia el sol, como saludando al nuevo día y caminando se alejó de la aldea situada en los alrededores del Gran Peñón.

Por fin había llegado el momento, aquel para el que se había estado preparando durante tanto tiempo. Hoy los jóvenes de la tribu participarían por primera vez en una partida de caza con los demás adultos.

Habían aprendido el uso de la azagaya, llegando a lanzarla cientos, miles de veces; hasta que los brazos dolían de manera insoportable. Les había costado aprender a usar correctamente el propulsor con ella, pero los resultados eran impresionantes: con el mismo o menor esfuerzo, conseguían llegar más lejos y con más fuerza. Así las presas eran cazadas con más facilidad.

Este era también un momento importante para la tribu porque al incorporarse más personas a las partidas de caza, podrían obtener más alimento.

En esta zona del Valle del Guadiato habitaban ciervos, jabalíes, cabras salvajes y algún que otro oso con el que debían tener mucho cuidado. Eran animales muy, muy peligrosos. Especialmente uno que se había acercado últimamente al poblado. Habían visto sus huellas cerca de las chozas y del redil donde guardaban el ganado.

Alar se acercó al rebaño de ovejas y cabras que la tribu había conseguido domesticar y comprobó que todo estaba tranquilo. Siempre había que mantenerse en guardia porque eran muchas las amenazas, de lobos y osos especialmente.

Hoy él y sus amigos no podrían sacarlas a pastar, pensó. Era un día excepcional y tendrían que ocuparse los más pequeños. Es más, a partir de ahora, ya no se ocuparían ellos de esa tarea.

Notó cómo a su espalda la tribu iba despertándose poco a poco, se oían las primeras palabras del día y la vida volvía al Peñón. Unos avivaban el fuego y otros comenzaban a trajinar con las armas y útiles que utilizarían en la partida de caza.

Sus amigos Edor y Dagor se acercaron a él.

- Buenos días Alar. ¿Estás preparado? Esta noche no he podido dormir pensando en la caza. - dijo Edor.

- Yo tampoco - contestó Dagor- . Estoy impaciente. No sé si nuestro entrenamiento será suficiente.

No os preocupéis - dijo Alar. Hemos practicado bastante y nuestra puntería lanzando la azagaya es muy buena. Y ambos utilizáis muy bien el propulsor. No creo que se nos escapen muchos animales.

Los tres se dirigieron hacia la cueva abrigo situada en la ladera oriental del Peñón. Sabían que el padre de Alar, chamán de la tribu, los estaría esperando para marcar en el techo rocoso de la misma aquel día tan importante.

Zenor era el chamán desde hacía ya muchas temporadas. Tantas que a algunos les parecía que ya no le quedaban fuerzas suficientes para liderarlos. Estaba sentado a la entrada de la cueva-refugio, preparando en una pequeña vasija de barro la pintura con la que marcaría en su techo el inicio de la nueva temporada y la participación de los nuevos cazadores. Ello sin duda agradaría a la Diosa Madre, protectora de la tribu.

- ¿Estáis preparados para vuestro gran día? - les preguntó Zenor a los tres jóvenes al acercarse a él.

- Por supuesto. Estamos deseando partir.- contestaron ellos.

- Creo que hoy va ser un día de caza memorable y que conseguiremos buenas piezas que lograrán mantenernos durante algún tiempo. Antes del amanecer, subí a lo más alto del Peñón y pude contemplar cómo muchos ciervos y jabalíes caminaban en dirección al río. No debéis retrasaros mucho. Entremos. – replicó Zenor.

Una vez dentro del refugio, Zenor pidió a los jóvenes que tomaran pintura en sus dedos y les señaló el lugar en el que debían hacer las marcas. A continuación él dibujó el resto de las figuras humanas para poder obtener así la protección de la Diosa Madre, imprescindible en sus vidas. Más aún cuando tenían una jornada de caza a la vista. Era posible que algunos acabaran malheridos si no obtenían su protección.

Los tres amigos salieron de la cueva, se dirigieron a sus chozas y cogieron sus armas. El resto de cazadores los estaban esperando impacientes cerca del camino que bajaba del Peñón.

En silencio marcharon hacia el río. Se dividieron en grupos y los tres amigos decidieron ponerse juntos.

Comenzó la partida y con la ayuda de los tres nuevos cazadores, consiguieron varios animales fácilmente. Los jóvenes Alar, Edor y Dagor pudieron demostrar el domino en el lanzamiento de la azagaya. La alegría rebosaba en el grupo, pues habían conseguido carne para una buena temporada. Seguro que habría una buena fiesta al llegar al poblado.

En el camino de vuelta, a la altura de las peñas cercanas al Gran Peñón, en un paraje por donde corría el Arroyo de la Sierra, apareció un oso gruñendo y en actitud agresiva. Probablemente porque había olfateado el olor a sangre y buscaba obtener comida fácil de los humanos.

En cuanto lo vieron, todos echaron a correr. El oso los perseguía cogiendo cada vez más velocidad. Parecía que los iba a alcanzar de un momento a otro . Había que hacer algo y rápidamente

Alar tuvo una idea. Corrió cuanto pudo y se acercó a los pies de la segunda peña del camino, la más cercana al Gran Peñón, y dejó un buen trozo de carne allí. Escaló a lo más alto y comenzó a llamar a gritos a sus compañeros. Éstos acudieron jadeando por la carrera a la que los estaba sometiendo el oso y, como pudieron, subieron a la peña al lado de Alar.

El oso olfateó la carne que le habían dejado y se acercó hambriento, dispuesto a darse un atracón sin pensar en la trampa que le estaban tendiendo. En ese momento Alar y sus amigos, desde lo más alto, comenzaron a lanzarle sus azagayas con todas las fuerzas que les quedaban. El oso fue atravesado por más de diez, y una de ellas logró alcanzarle el corazón. El gran oso cayó abatido emitiendo un bufido que resonó en todo el Peñón.

Al poco, llegaron el resto de cazadores de la partida. Quedaron asombrados por tal hazaña. Cargaron entre todos el cuerpo del oso ayudándose de un gran palo y se dirigieron al poblado.

Al llegar hubo una gran fiesta por doble motivo: el éxito de la cacería y la captura del oso quien, en ocasiones había atemorizado a los pobladores del valle del Guadiato.

Al caer la noche se encendieron buenas fogatas y en torno a ellas, todos comieron y rieron recordando las hazañas del día. Alar tuvo que contar el relato del oso más de veinte veces. Así pasaron las horas hasta caer rendidos, presos del cansancio, pero felices por el desenlace.

A la mañana siguiente, el cantar de los pájaros, como siempre, despertó a Alar. Salió de la choza donde aún descansaba el resto de la familia y miró al sol saludando al nuevo día que comenzaba en el maravilloso Valle del Guadiato.

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