Al
terminar el mes de Mayo, ofrecemos a nuestra madre, la Virgen María, flores que representan nuestra
admiración por los valores que hoy no están de moda, pero que reconocemos desde
nuestra sinceridad más honda, como los verdaderamente humanos.
Eras
Compasiva: Siempre
cerca de cualquier dolor o necesidad. Escuchabas, atendías, acompañabas,
enjugabas muchas lágrimas. Tu rostro sereno, apaciguaba.
Eras
Servicial: Pendiente
de todo. Primero estaban los otros. Sin pereza para levantarte, echar una mano
y quedarte la última recogiéndolo todo. Parece como si fueras la esclava de los
demás.
Eras
Sencilla: Te
colocabas la última, convencida de que era tu lugar. Cedías el puesto y la
palabra. Sin derechos sobre los demás. No juzgabas a nadie. Huías del halago
fácil, pero te dejabas querer por los niños y sencillos.
Eras
Pobre: Te
conformabas con tener cubiertas las necesidades de cada día. No almacenabas.
Administrabas lo preciso y aún te quedaba para repartir entre los indigentes.
Cuando llegaba la sequía o la langosta exterminadora, siempre repetías: “¡Dios proveerá!”
Eras
Silenciosa: De pocas
palabras, pero con una enorme riqueza interior. Tus palabras predilectas eran: “Sí” y “Gracias”. No necesitabas más vocabulario.
Y
eras Creyente:
Sentías a Dios presente en cada instante. Te sentías protegida como bajo una
nube que da sombra. No entendías el dolor y el mal, pero se lo dejabas en sus
manos de Padre. Rezabas desde la autenticidad. Te fiabas, te sentías segura en
tu fragilidad.
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